Mascarillas y respiración consciente

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Las semanas han pasado, los meses han discurrido y ahora nos encontramos en una nueva etapa de afrontamiento de este virus con nombre de realeza que ha llegado hasta nuestra vida. El Covid-19 aún no nos ha abandonado del todo pero nuestra sociedad comienza a descongelarse, saliendo de la hibernación.

Estas semanas pasadas han sido una oportunidad para conocernos mejor, para desesperarnos a ratos, para trabajar desde casa y hacer videoconferencias con nuestros seres queridos para sentirnos unidos en la distancia, pues ni siquiera una pandemia puede alejarnos de aquellos que queremos.

Ahora llega una nueva fase y para vivir con el menor riesgo de contagios posible, debemos llevar una mascarilla cada vez que salgamos a la calle. Esta experiencia es nueva para muchos de nosotros y no siempre es agradable. Lo cierto es que llevar una tela que nos tape la nariz y la boca puede agobiarnos un poco, nos hace tener calor y queremos poder respirar como siempre, sin obstáculos que nos impidan sentir el frescor del aire en nuestro rostro.

Esta semana tuve que salir para llevar a mi abuelo al médico y me puse una mascarilla. Debo reconocer que, al principio, estaba incómoda, sentía el fresco cuando inspiraba, pero el calor de la espiración me resultaba molesto, me provocaba una profunda sensación de calor que se unía a la cálida temperatura que ya empezamos a tener en Madrid. Tras un tiempo con la mascarilla, me di cuenta de que estas nuevas sensaciones eran la excusa perfecta para hacerme más consciente de mi respiración, para observar el aire fresco que entraba a mi cuerpo cuando inspiraba y el aire caliente que rodeaba mi boca y nariz cuando espiraba.

Poco a poco me dejé ir con ese ritmo pausado y calmado que estaba creando mi cuerpo por su cuenta y comencé a sentir lo que suelo experimentar cuando respiro de manera consciente: me sentía profundamente conectada a mí misma, a mi cuerpo, sentía serenidad al fijarme solo en el ir y venir de la respiración, me sentía libre de pensamientos que pudieran molestarme porque solo estaba conectada a mi respiración.

La práctica budista indica que en nuestras meditaciones debemos incorporar cualquier sensación que tengamos en nuestro cuerpo, llegando a explorar el dolor o molestias que sentimos en ese espacio calmado que creamos solo para nosotros. Yo te propongo algo parecido con el uso de la mascarilla, en lugar de verlo como una molestia o como algo que te puede provocar ansiedad o angustia, comienza a verlo como un medio para hacerte más consciente de tu respiración, para conectar más profundamente contigo, para liberarte de los pensamientos que habitan en tu mente.

Las mascarillas son una protección para nosotros mismos, para quienes queremos y para los demás, pues nos hacemos conscientes de que un simple gesto como llevarla puesta, puede prevenir contagios, haciéndonos más compasivos y siendo conscientes de que lo que hacemos impacta en los demás.

Ahora también puedes ver a la mascarilla como esa compañera que te ayuda a estar en contacto contigo mismo, a conocerte mejor y experimentar la serenidad en tu interior. La mascarilla es la excusa ideal para cuidarte más emocionalmente.