Conviviendo con la astenia primaveral

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La primavera es una estación llena de vida… una vida que se hace visible.

Pero a veces trae consigo algunas cosas no tan agradables… alergias, astenia primaveral

Y estas reacciones de nuestro cuerpo nos impactan profundamente en nuestro mundo emocional. Por eso debemos aprender a adaptarnos a estos cambios para vivir en el presente incluso cuando nuestro cuerpo está cansado.

La astenia primaveral consiste en sensaciones de debilidad, cansancio físico y agotamiento mental que nos limita en nuestras actividades habituales. Durante la astenia primaveral, también podemos notar cambios en nuestro sueño nocturno e incluso en nuestro apetito. Sin duda alguna estos síntomas nos inducen a vivir de una manera diferente, a un ritmo distinto.

La astenia primaveral suele desaparecer por sí sola pasadas unas semanas, pero ese tiempo podemos vivirlo como muy negativo.

El cansancio y fatiga suelen tener en nosotros un gran impacto emocional porque supone un cambio importante en la manera en que vivimos. Y en ocasiones no es tanta la fatiga experimentada como la manera en que interpretamos ese cansancio.

Desde que era adolescente, la primavera me afecta mucho. Siento mareos y un cansancio especial que no desparece a pesar de dormir 8 horas diarias. Lo que peor llevaba eran los mareos, porque me hacía vivir en un mundo tambaleante y me costaba esfuerzo centrarme en las clases, aunque si lograba estar quieta, parecía que el mareo remitía un poco.

En mi vida adulta quedan reminiscencias de estos mareos primaverales, nada que ver con aquellos vividos entre los 17 y los 18 años. Pero siento que en ocasiones esos mareos vuelven a llevarme a la frustración, porque me obligan a dejar de hacer cosas que tengo que hacer y  eso multiplica mi sufrimiento y malestar.

RE-INTERPRETANDO LA ASTENIA PRIMAVERAL

Desde que aprendí a vivir en el presente, practicando la respiración consciente y la meditación, me he dado cuenta de que cualquier signo que emite mi cuerpo, lo interpreto de otra manera.

Si el mareo o una migraña me obligan a dejar lo que estaba haciendo, comienzo a aceptarlo. De hecho, me tomo estos signos físicos como señal de que debo cuidarme y descansar. Y cuando lo hago, sufro menos y reacciono mejor a esas interrupciones no esperadas.

El cansancio o fatiga es una de las cosas que más nerviosa me han puesto siempre. En parte porque la fatiga ha llegado a mí en cualquier momento a raíz de mi hipotiroidismo. He tenido etapas en las que literalmente sentía que no tenía energía, que mi cuerpo solo podía quedarse tumbado y descansar.

Mi mente, algo más inquieta, no paraba de decirme todo lo que tenía que hacer, llegaba incluso a culparme a mí misma de no tener más energía. Y eso me hacía sentir realmente mal conmigo misma.

Afortunadamente ahora ya no me siento así cuando mi cuerpo necesita más descanso. Ahora escucho sus señales y le doy lo que necesita. Mi cuerpo es fuerte y soporta la presión diaria que le impongo, pero cuando no le escucho, le agoto hasta el extremo y es ahí cuando me frustro. 

Desde que escucho a mi cuerpo, tomo medidas preventivas antes de que mi energía se agote del todo y eso me protege de una semana entera de fatiga. Porque la clave está en mí, en escucharme, en cuidarme y quererme.

Creo que podemos amplificar la fatiga cuando nos sentimos ansiosos, frustrados, enfadados con nuestro cuerpo o con la vida en general. Por eso la clave para vivir la astenia primaveral desde una perspectiva diferente, es tomarnos estas etapas con calma, como una etapa de descanso antes de que nuestro cuerpo renueve sus energías.

El fin de semana pasado, llegó a mí uno de esos mareos típicos de primavera. Y en lugar de reaccionar con enfado, le escuché y re-estructuré lo que iba a hacer aquel día. Quería escribir un artículo para mi blog y rematar algunas cosas que aún me quedaban por hacer de la semana anterior. Pero llegó el mareo y mi mundo empezó a girar.

Era imposible que me pusiera frente al ordenador, de modo que apagué el portátil y escuché una meditación guiada para entrar en mí. Al principio me sentía mareada incluso con los ojos cerrados, pero cuando dirigí mi atención a la respiración, sentí que el movimiento de mi mundo remitía. Y poco a poco, comencé a olvidarme de la razón por la que había entrado en mí y tan solo me sentía bien en mi interior, me sentía en calma y llena de serenidad.

Tras 20 minutos meditando, abrí los ojos y mi mundo seguía estable. Logré parar el mareo entrando en mí, dándome ese tiempo de descanso que necesitaba, sanándome desde dentro.

Los mareos, al igual que los dolores de cabeza, a veces remiten con la meditación y a veces no. Pero incluso cuando me siguen acompañando tras una sesión de meditación, ya no me frustro, tan solo permito que la molestia o el dolor sigan existiendo. Porque sé que no durará por siempre, que esa molestia necesita expresarse. Y cuando dejo que las emociones, dolores y molestias se expresen, sufro menos y están menos tiempo junto a mí.

Me he dado cuenta de que mi cuerpo es profundamente inteligente y que cuando le escucho y me tomo tiempo libre o descanso, me ayudo a mí misma.

Por eso podemos interpretar la astenia primaveral no como un obstáculo en nuestro camino, sino como un asiento en el que descansar. Intenta no frustrarte por tu fatiga, descansa y así repondrás la energía de tu cuerpo. Y si el cansancio te produce tristeza, siéntela, libérala a través de las lágrimas, a mí me ha pasado muchas veces.

Recuerda, la astenia puede llegar a ti, pero tú decides cómo la vives.

Permite que todo fluya en ti, date permiso para descansar