Acoger el sufrimiento sin quemarse

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El trabajo en el entorno sanitario expone al profesional de la salud al sufrimiento de los pacientes, sus familias e incluso al sufrimiento que experimentan otros colegas. Todo esto se ha visto agravado por la pandemia de Covid-19 que estamos viviendo toda la humanidad al mismo tiempo.

El sufrimiento es una experiencia emocional que puede surgir a raíz de la enfermedad que lleva al paciente a la consulta o al hospital, pero también puede ocurrir por la manera en que afrontamos esta situación vital.

En la consulta u hospital, el sufrimiento suele girar en torno a la pérdida de la salud, la pérdida de la autonomía, afrontar cirugías, tratamientos y pruebas invasivas que generan dolor o incluso secuelas a largo plazo con las que la persona deberá convivir.

La ausencia de control de muchas de las situaciones que la enfermedad trae consigo, hace que muchas personas vivan esta situación como algo muy negativo e incluso pueden llegar a sentir que toda su vida se ha visto frenada.

Los familiares del paciente, pueden sufrir por el hecho de que su ser querido esté enfermo, haya perdido la salud, se tenga que someter a tratamientos invasivos o por la incertidumbre que sienten en torno al estado de salud de su familiar.

Creo que debemos ocuparnos de los familiares porque son quienes mejor conocen al paciente y nos pueden aportar datos importantes a los que tal vez no podamos acceder de otra manera y si ellos sufren, los pacientes también lo harán.

Alivias el sufrimiento del paciente y de los familiares cuando te tomas un tiempo para escucharles, cuando les preguntas por cómo se encuentran anímicamente, cuando creas un espacio de escucha sincera, cuando le acercas un pañuelo para que limpie sus lágrimas y nariz y también alivias su sufrimiento cuando no huyes del miedo o la tristeza ajena, cuando acompañas en silencio y tomas la mano del otro para hacerle saber que no está solo.

Sé que todo esto parece una utopía en los tiempos del Covid-19, pero también creo que la pandemia ha hecho que muchos profesionales de la salud hayan conectado más profundamente con sus pacientes por el aislamiento que sufren de sus seres queridos. De modo que la pandemia está humanizando a los profesionales, en ocasiones a costa de su salud física y emocional.

Debes saber que el sufrimiento es una experiencia subjetiva y lo que le hace sufrir a una persona no genera esa misma reacción en otra. Por eso es importante que en la humanización de la salud, el profesional se detenga unos minutos para explorar el sufrimiento ajeno (tanto del paciente como de la familia).

Cada persona es única y sufrirá en base a lo que es importante para él o ella, a la manera en que piensa o incluso en cómo ve su futuro a partir del diagnóstico o alta hospitalaria. Todo depende del grado de amenaza que perciba cada persona en la enfermedad y los cambios vitales que trae consigo.

Si no sabes por dónde empezar a valorar el sufrimiento, debes saber que una de las reacciones habituales cuando este se experimenta, es que el tiempo cambia su ritmo habitual, haciéndose más largo de lo normal.

Podrías hacer una pregunta del tipo: “¿Se le hacen los días cortos o largos?” o “¿Hay algún momento del día en que las horas parezcan alargarse mucho?” Tras estas preguntas déjate guiar por el paciente, por su relato y pregunta cualquier cosa que te ayude a conocer mejor su caso particular.

Sin duda alguna, la empatía es la mejor herramienta que tienes a tu alcance, pero en ocasiones puedes sentir un exceso de empatía, llegando a sobre-identificarte con el paciente o sus familiares.

En esos casos es importante que desarrolles tu empatía, es decir, que vuelvas a ti mismo para no perderte en el relato y sufrimiento ajeno.

Una técnica muy rápida que puedes poner en práctica al sentir que pierdes el contacto contigo mismo, es hacerte consciente de tu respiración, observando cómo inspiras y espiras, sintiendo el movimiento de la respiración en tu cuerpo. Esta técnica tan sencilla es muy potente y te ayuda a retomar el contacto contigo mismo, pues solo puedes ayudar de manera óptima, cuando mantienes cierta distancia emocional con los problemas ajenos.

Tú también sufres y en ocasiones el sufrimiento ajeno te lleva a este mismo sentimiento que te puede anular como profesional. Si no regulas lo que sientes y dejas que el sufrimiento se vaya acumulando en tu cuerpo y mente, puedes desarrollar una gran fatiga emocional o el llamado “síndrome de Burnout”, que se caracteriza por una tríada de síntomas que puedes consultar en la siguiente figura…

Probablemente estés pensando qué puedes hacer para no caer en este síndrome de agotamiento emocional. A continuación te muestro algunas cosas que puedes hacer para prevenirlo.

Desarrolla una empatía sana: Como te he comentado antes, si te sientes demasiado implicado en algún caso, lo normal es que sientas que la historia y el sufrimiento ajeno te absorben por completo. Cuando esto ocurre, no puedes actuar como profesional porque te has identificado tanto con el otro, que sufres igual que él o ella. Por eso, cuando sientas las primeras señales de que te pierdes en el sufrimiento ajeno, debes centrarte en tu respiración, permite que la otra persona siga hablando y atiende al mismo tiempo a sus palabras y a tu respiración.

Comunícate con otros compañeros: Este síndrome de agotamiento emocional es una reacción normal en trabajos como los de los profesionales de la salud, donde la exposición constante al sufrimiento ajeno puede llegar a agotarte y debilitarte emocionalmente. Seguramente otros compañeros de trabajo han experimentado algo parecido. No tengas miedo, habla de ello. Ten en cuenta que tu relato puede ayudar a otros colegas que no se atreven a hablar de ello, pero que también lo experimentan. 

Tómate descansos entre cada consulta o visita: En ocasiones hay tantas visitas que hacer o tantos pacientes que acuden a consulta, que no tienes tiempo para desconectar apropiadamente de la historia de un paciente a la de otro. Para darle un respiro a tu mente, es importante que hagas descansos breves que te ayuden a respirar conscientemente y puedas re-conectar contigo mismo una vez más. Tal vez un pequeño descanso de tres minutos cada dos horas, puede ser suficiente.

Descansa y dedícate tiempo: Tu trabajo es solo una faceta de ti mismo y de quien eres. Para que el trabajo no sea lo único en tu vida, es importante que puedas descansar, hacer actividades de ocio que te gusten y motiven, debes dedicarte tiempo porque tú también importas. Como mínimo, deberías tener un día entero libre a la semana para desconectar del trabajo y de la vida diaria y en ese tiempo libre hacer cualquier cosa que te apasione: meditar, ir a la naturaleza, quedar con amigos, ir al cine o teatro, leer, dibujar, escribir o cualquier otra actividad que te ayude a reafirmar quién eres más allá de tu faceta profesional.

Haces un trabajo importante, pero tú eres mucho más que eso. Te mereces tiempo para ti, te mereces escucharte y cuidarte porque tú también eres importante.