¿Dónde reside tu poder personal?

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La semana pasada hablamos de cómo podemos empoderar a los pacientes, pero este poder personal también habita en ti, y cuanto más lo desarrolles, más fuerte te sentirás y podrás ayudar mucho mejor a otras personas.

Podríamos pensar que nuestro poder personal se encuentra en el dinero que tenemos en nuestra cuenta bancaria, en las cosas materiales que nos rodean, en los títulos que poseemos…

En realidad, creo que nuestro poder personal solo lo podemos hallar en nuestro interior, es una fuente infinita de auto-conocimiento que nos permite confiar plenamente en nosotros mismos, sabiéndonos capaces de afrontar cualquier reto, sabiendo que somos personas que hallamos soluciones incluso en los peores momentos vitales.

Esta auto-confianza debemos cultivarla cada día de nuestra vida y lo podemos hacer siendo curiosos, buscando recursos que nos ayuden a explorar mejor quiénes somos: leyendo, meditando, viendo documentales, acudiendo a profesionales que nos respeten y ayuden, etc.

Son muchas las fuentes que pueden aumentar o reducir nuestro poder personal, por eso quiero hacer un breve repaso por algunas de ellas:

Fuentes que reducen tu poder personal: Son recursos que sueles usar cada día de manera automática, por lo que debes hacer un esfuerzo consciente para identificar lo que reduce tu poder y autoconfianza. Algunos de estos elementos son:

Pensamientos y emociones desagradables: Sentir emociones como frustración, ira, tristeza o desesperanza de manera habitual, termina erosionando nuestra manera de ver el mundo, la vida, a otros y a nosotros mismos. Este tipo de emociones son capaces de darnos la idea de que vivimos en un mundo peligroso, sin sentido, donde no podemos hacer nada por sentirnos mejor, lo que nos llevará a una profunda desesperación e insatisfacción con la vida.

Estas emociones producen pensamientos muy negativos que te acompañan gran parte del día y que se repiten en tu cabeza una y otra vez, por lo que cada día te sentirás más a merced de las decisiones de otras personas y estarás menos en contacto con tu esencia, con tu manera única de ver la vida.

Palabras que usas: Lo que piensas y sientes repercute en la manera en que hablas, en las palabras que escoges para comunicar quién eres. Cuando la frustración, el miedo y la desesperanza se han instalado en tu vida, comienzas a construir frases como “nada tiene sentido”, “el mundo se ha vuelto loco”, “estar enfermo es tu culpa”, etc. Todo esto reduce tu poder interno y tu autoconfianza, pero también reduce el poder de los demás y su autoconfianza, especialmente cuando usas palabras de este tipo en la consulta.

El locus de control externo: Este concepto se refiere a que interpretamos que las cosas negativas que ocurren en nuestra vida, están más allá de nuestro control personal, pues dependen de otros o de situaciones ajenas a uno mismo.

En estos casos es habitual depositar la confianza en otras personas en lugar de en ti. Quienes tienen este tipo de locus de control, tienden a ser “buenos pacientes” porque suelen seguir las pautas médicas.

La parte negativa de esta manera de comprender la salud y a uno mismo, es que se cede el poder a una tercera persona, depositando en otro (el médico o un fármaco) la capacidad para regular la propia salud física y mental, convirtiéndose el paciente en una persona pasiva que solo sigue instrucciones ajenas.

Fuentes que aumentan tu poder personal: Al igual que hay elementos que reducen tu poder, también hay otros que lo potencian, algunos de ellos, son:

Pensamientos y emociones agradables: Experimentar gratitud, esperanza, compasión o serenidad, generan sentimientos de equilibrio, bienestar y calma que no solo sentimos en nuestro interior, sino que también llegan a las personas que nos rodean. Has de saber que tu corazón produce un campo electromagnético a tu alrededor que contiene información emocional, información que no ves, pero que otros sienten de manera inconsciente. Lo que sientes se transmite aunque no emitas una sola palabra. Lo que sienten otros tú también lo percibes.

Lo que pensamos está directamente relacionado con lo que sentimos, de modo que si experimentas emociones agradables, tus pensamientos serán positivos, esperanzadores y motivadores, modificando la manera en que percibes el mundo, interpretando los sucesos de la vida desde esta nueva perspectiva.

El lenguaje verbal y no verbal: Lo que sentimos y pensamos determina las palabras que usamos, nuestro tono de voz, nuestras miradas, gestos y movimientos. Confiar plenamente en la capacidad del paciente para recuperarse y re-instaurar su salud, se puede hacer de manera sencilla: mirando a los ojos, sonriendo, escuchando activamente y diciendo cosas como: “Sé que te recuperarás, tienes una gran fuerza interna” o “Nunca dudes de tu capacidad para cambiar y sentirte mejor”.

El locus de control interno: Quien desarrolla este locus de control, percibe que seguir las pautas indicadas por el médico (modificar sus hábitos de vida por otros más saludables y tomar la medicación prescrita), tendrá un mayor control sobre la evolución de la enfermedad, lo que le convierte en agente activo frente a la enfermedad.

Además de seguir las pautas del profesional, estas personas buscan otros medios y herramientas que les ayudan a tener una mejor salud física y mental, cuidándose emocionalmente más allá de los psicofármacos. Se sabe que quienes tienen un locus de control interno, suelen vivir la enfermedad como menos intrusiva, probablemente porque el paciente, al saberse parte activa de un buen control de la enfermedad, se implica más en el tratamiento1.

El poder personal yace en nuestro interior, en nuestras emociones, pensamientos, en la manera en que nos comunicamos y relacionamos con los demás y en el modo en que vemos el mundo.

Todo esto tiene repercusiones muy importantes en nuestra salud física y mental. Como profesionales de la salud, tenemos la oportunidad de fomentar estas sensaciones de empoderamiento en nuestros pacientes, para que estos se sientan más seguros y se responsabilicen de su salud.

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  • Hundt, N.E., et al. (2015). Coping mediates the relationship between disease severity and illness intrusiveness among chronically ill patients. Journal of Health Psychology; 10(9):1186-1195. DOI: 10.1177/1359105313509845.