La fugacidad de la vida

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En ocasiones tenemos la impresión de que nuestra vida es estática, que apenas cambia nada, que todo sigue igual que siempre. Debes saber que esto es una mera percepción mental, porque la vida cambia constantemente, y nosotros con ella.

Los budistas hablan de la impermanencia y dicen que todo es efímero, y por todo se refieren a nuestra propia existencia en este cuerpo, pero también a nuestros pensamientos y emociones, producciones mentales cuya naturaleza es la de nacer, expresarse e irse, pero cuando nos aferramos a pensamientos y emociones, abrazándolos tan fuerte que no podemos diferenciarlos de nosotros mismos, creyendo que somos ellos, sufrimos.

La realidad es que es tu apego a lo que piensas y sientes, lo que te lleva a confundirte y enredarte en el producto de tu mente. No es el cambio lo que nos hace sufrir, sufrimos porque nos aferramos a las cosas y deseamos que siempre sigan igual, que no cambien. Nos oponemos a la vida cada vez que deseamos que nada cambie.

Esta ley de la impermanencia también nos dice que los buenos momentos desaparecerán, por lo que debemos disfrutarlos en el momento, en el presente. Lo mismo ocurre con el sufrimiento, por muy grande que parezca, por muy profundo que lo percibamos, este también pasará y lo olvidaremos. Los momentos excepcionales que estamos viviendo a consecuencia del Covid-19, también pasarán. Sé que el tiempo parece eternizarse y podemos creer que esto nunca acabará, pero créeme… Esto también acabará, nuestro sufrimiento se extinguirá como la llama de la vela que llega a su fin.

La vida es fugaz, breve y por eso debemos vivirla desde el presente, desde este momento en que estamos respirando. De nada sirve echar la vista atrás y pensar que pudimos hacer las cosas de otra manera, de nada sirve intentar mirar al futuro para atisbar las sombras de lo que podría llegar… No te esfuerces, deja cada cosa en su tiempo y vive en el presente, en el ahora. La vida es fugaz y larga al mismo tiempo, caprichos de nuestra mente, que nos hace percibir la realidad de una manera diferente cada día.

Los momentos que está viviendo la humanidad, son tiempos llenos de incertidumbre, donde no hay nada claro, donde debemos afrontar cada día con nuestra mejor actitud, refugiándonos en nuestro amor y buscando nuestras sonrisas para que los días no sean demasiado tristes. La incertidumbre es un regalo porque nos hace replantear planes y proyectos para los que aún no estábamos preparados, para los que no eran su momento.

Debo confesarte que, la mayor parte de mi vida, me la he pasado planificando cómo sería, poniéndome barreras a mí misma, creando fronteras donde solo hay libertad. Pero la vida, tan sabia, me ha enseñado que los planes cambian y que aunque tenga proyectos, en ocasiones no es el momento, en ocasiones debo hacer otras cosas que nunca me hubiera imaginado, pero no por ello son cosas menos importantes o valiosas. Sigo aprendiendo, sigo luchando brevemente cuando no puedo hacer las cosas como quiero, pero cada vez más, me freno a mí misma y me digo que el universo es sabio, que sabe mejor que yo lo que puedo dar de mí al mundo y es en esos momentos en los que me doy cuenta de que me precipito, que deseo correr cuando aún tengo que caminar, que tengo que tomarme las cosas con calma. Y es en esos instantes en los que siento que todo es perfecto tal y como es, que así tenía que ser.

Todo cambia, nada permanece y debemos aprender a fluir con la vida, dejarnos llevar por los caminos que la vida pone ante nosotros porque cada cosa que ocurre en nuestra vida, es por nuestro bien, para enseñarnos importantes lecciones, para seguir evolucionando y creciendo. Sé lo difícil que es esto, por eso comparto contigo algunas herramientas que puedes usar para aceptar las cosas como son, para caminar antes de correr, para disfrutar de cada segundo.

Respira… Nunca me cansaré de decirlo, la respiración es nuestro refugio, es el ancla que nos une al presente, nos une a la vida. La respiración también tiene la capacidad de calmarnos, cuando respiramos conscientemente, le enviamos a nuestro cerebro el mensaje de que todo está bien, que no estamos en peligro y por tanto, el cerebro (tan confiado) nos hace caso y calma a ciertas zonas para que se relajen. Respira ahora, mientras lees estas palabras… siente el ir y venir rítmico de tu respiración, que te une a la vida y a tu cuerpo… la propia respiración es impermanente, viene y va… la vida es igual… apóyate en tu respiración para hacer frente a los cambios eternos que la vida trae consigo.

Reflexiona en todo aquello que va bien ahora… Vivimos con un pie en el futuro y otro en el pasado, olvidando el presente en medio, quitándole importancia. Cuando nos detenemos y observamos todo lo que va bien en nuestra vida, en nuestro cuerpo y mente en este instante, nos damos cuenta de que la vida cambia, pero que por ahora estamos bien, que tenemos muchas razones para sentir alegría y gratitud.

Está bien cambiar de idea, está bien que las cosas no salgan como queramos a veces… Nuestros deseos parecen inamovibles, una vez que queremos algo debemos lograrlo y si no lo alcanzamos, entonces nuestra vida no tiene sentido. He de decirte que en ocasiones está bien que las cosas no salgan como queremos porque a veces nos precipitamos, deseando algo para lo que aún no estamos preparados. Las cosas llegan cuando hemos madurado, cuando hemos alcanzado cierto nivel de evolución, ni antes ni después. No lograr lo que uno desea no siempre es malo, en ocasiones es lo mejor que nos puede ocurrir. No te frustres ante los errores y fracasos, recuerda que nunca fracasamos pero siempre aprendemos, crecemos. Cuando sientes que las cosas están bien así, tal y como son, es el primer paso hacia la aceptación plena de ti mismo y de tu vida. Piensa por un momento en proyectos o metas que te has propuesto y que no has podido alcanzar, ¿qué cosas has aprendido a partir de ese “fracaso”? ¿A dónde te ha llevado el hecho de no lograr esa meta?

Recuerda que la vida es puro cambio, lo que debe aliviarte cuando sufras, ya que este también desaparecerá, también se irá.